Más que un libro, un pedernal

No os podeis imaginar las ganas que tenía de escribir estas líneas. Que las esté tecleando ahora significa que por fin, cerca de tres meses después de empezarlo, me he acabado "Las llanuras del Tránsito".
Para los no iniciados, se trata del cuarto libro de la saga de "Los hijos de la tierra" de la autora americana Jean M. Auel. Una saga que empezó con el célebre "El clan del oso cavernario", y que prevé seis libros, de los que solo hay editados cinco y entre los que "Las llanuras del Tránsito" ocupa el cuarto lugar.

El argumento de los libros es cuanto menos original. Ayla, la prota, es una niña cro-magnon que queda huerfana en un terremoto y es acogida por unos neandertales que la cuidan y la educan a la manera de su sociedad a la que ellos llaman "El clan". En los sucesivos libros Ayla se enfrenta a convivencia con nuevas sociedades y costumbres a las que ha de adaptarse, e incluso a periodos largos de soledad, pero su ingenio y la casualidad (o segun ella, las señales de los espíritus) hacen que se las vaya apañando.


Hay que darle mucho mérito a la autora, porque en cada página nos demuestra que ha hecho un impresionante trabajo de investigación y documentación. A lo largo de las numerosas páginas de cada uno de los volúmenes te sumerge en la vida entre uros, mamuts, pequeños carnívoros y la flora de la era glacial. Todo salpicado con una sesión de folleteo prehistórico cada sesenta páginas, con todo lujo de detalles. Como dice Patch, como "literatura de una sola mano", viene bien.

Pero como todo, en exceso acaba saturando. Y creo que en "Las llanuras del Tránsito" ha tocado techo. Este cuarto episodio, narra un larguísimo viaje a través de zonas con distintas climatologías y por lo tanto diferencias en su vida animal y vegetal. Que es muy interesante, pero para alguien que se lee las páginas de treinta en treinta (que es lo que me dura el viaje en metro) resulta frustrante que empieces a leer por la mañana como Ayla sale a recoger hierbas, y una hora más tarde lo ñúnico que ha pasado es que ha recogido las hierbas, pero sólo ha cogido las de los troncos duros, porque las bajas se las comen los ciervos, las altas los caballos, las leñosas los rinocerontes lanudos, y le han dejado los troncos duros porque esa época los mamuts lanudos están apareándose y cambian su dieta.
Es apasionante saber todos esos detalles, pero hacen el libro pesado y duro de leer. Eso sí, recomiendo mucho los tres anteriores, y con un poco de suerte en unos meses os recomendaré el quinto, que ya que he llegado tan lejos, me lo tendré que leer también ¿no?

Si quereis más información, en esta web dan muchos más detalles (y parece que el autor acabó igual de harto que yo de herbología y folleque)

3 comentamientos:

Anónimo dijo...

Has conseguido llegar mucho más lejos que yo.

Me leí el primero que está bastante bien, quizá porque Ayla es todavía una niña y no le puede dar mucho al folleteo. Pero el segundo leí unas cuantas páginas y me pareció infumable. Así que para mí la saga se quedó en un libro, que ya hay muchos otros que leer.

Anónimo dijo...

Coincido plenamente, los 3 primeros estaban realmente bien, pero el cuarto es la definición de espeso. Ni siquiera un viaje en metro en hora punta, de pie, apretujado sin posibilidad de moverme entre cientos de personas, y medio dormido (o mejor dicho, anestesiado por las fragancias que flotan en el vagón) se me ha hecho nunca tan largo como el viaje de Ayla por las llanuras del tránsito. Solo la posibilidad de que estuvieran a punto de llegar a algún sitio hacía que se me humedecieran los ojos de la emoción.
En fin, hace mucho que lo leí, así que entre que ya tengo difuminada la historia y que creo que ya conozco adecuadamente todas las texturas de hierba, no me he atrevido con el 5º...

Anónimo dijo...

Jo... ¿me lo leo o no me lo leo? ¿Qué hago? :S

Pd. Empiezo a firmar con Black Hole a partir de ahora ;P