Those boots were made for walking...

...and that's just what they did.
La entrada de hoy iba a titularse Zapatillas, pero comparé a Nancy Sinatra con El Canto del Loco y no hubo color.

¿Conoceis el síndrome de diógenes? Es lo que padecen los abuelitos estos que viven solos y que acaban siendo encontrados en su casa en la que llevan acumulando basura años. Pues hay quien dice que yo llevo el mismo camino cuando ven mi cuarto, mi puesto de trabajo o los bolsillos de los abrigos que hace tiempo que no me pongo. Sí, lo sé. Tiendo a guardarme las cosas, pero no soy un enfermo, soy un sentimental. No solo no soy capaz de romper el papel que envuelve un regalo, sino que lo guardo junto al regalo en sí. Pensad en el tiempo que invertís en envolver los regalos que haceis, para que llegue el homenajeado y lo destroce sin compasión. ¿Molesta, verdad?, pues yo me pongo en esa postura y cuido los papeles de regalo. Y lo mismo con las viejas entradas de cine, los folletos de los viajes que he ido haciendo. Un poco de tierra de los sitios exóticos que visito...
A todo le veo el lado emotivo, por estúpido que este sea, y me cuesta desprenderme de ello.

¿A qué viene todo esto y qué tiene que ver con el título? Ya llega la explicación... Desde hace unos días mi zapatilla izquierda estaba rota por la cara interna. Se podía andar y tal, pero molestaba al cabo de un rato en el talón. Y no es plan de andar incómodo así que hoy me he plantado en el Pull&Bear y me he comprado otras iguales pero de nueva generación. Lo duro para mí llega a la hora de deshacerse de las viejas.

Yo creo que para otro año me valen


Esas zapatillas grises y rojas en su origen ahora tienen sombras negras debido a las intensas lluvias de París a dónde me han acompañado dos veces. Tienen trazas naranjas de tierra de las Médulas ponferradinas. Tienen manchas verdes en los costados de la hierba de Hyde Park. En Salamanca han pisado nieve en Enero y baldosas centenarias calentadas al sol de Junio. Han pisado el acelerador de un Kart sobre el mojado asfalto de Évora. Han colgado a 50 metros de altura en el Parque de Atracciones. Entre lo que queda del dibujo de sus suelas hay arena de las playas del Sardinero y de la Kontxa. Han brincado al ritmo de el mejor repertorio de Pearl Jam. Han pateado esquinas con dolor y rabia y saltado de júbilo.
¿Cómo puedo tirarlas? Han sido mis neumáticos en uno de los años clave en mi vida, por no decir el fundamental. Debería guardarlas de recuerdo ¿no?

3 comentamientos:

Anónimo dijo...

Lo tuyo es un problema. Yo no suelo tirar las cosas por pereza, pero cada día estoy más convencido del almacenamiento digital o ni eso.

Creo que los recuerdos quedan en la memoria, y si se olvida algo, es porque no era tan importante.

- ¿Quién se acuerda de la rubia tetuda que nos calentaba a todos en octavo?

- ¿De Lucía?

- Bueno, sí, de ésa, pero ¿qué más da? Ha habido tantas otras...

Anónimo dijo...

Yo con HH comparto lo del almacenamiento digital, porque las fotos pardiez, cuanto ocupan, y ya sabemos que soy un ser mudante...

Pero nadie me quita mi mega caja enorme de los recuerdos... Ahí tengo papeles de regalo, sobres de azucar de café (y eso que no bebo), y de todo un poco... Jo, son trozos de una vida que no se tienen que perder.. Jo

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con HH. La mente es el mejor filtro de spam y nos permite retener aquello que realmente importa... Además, los recuerdos, con el tiempo, se difuminan, se engrandecen o, simplemente, se ditorsionan... Tira esaos jirones inútiles ahora, con toda la ceremonia, si es lo que necesitas. Pero deja que pase un poco el tiempo y tendrás, en todos esos recuerdos de los que hablas, unas zapatillas nuevas, brillantes, casi mágicas en tus pies...