Desojando (sin hache)

Pensemos por un instante en las armas que ha desarrollado la humanidad a lo largo de su historia. Ya en la edad de piedra los homínidos se dieron cuenta que eran más efectivas las rocas que tenían picos que las más redondeadas. Así que a las armas que utilizaban para la caza las empezaron a tallar puntas.
La cosa fue evolucionando hasta la lanza, que al fin y al cabo era tan solo una punta con mango. Algo parecido a una flecha, pero para distancias medias. Y para las distancias cortas ¿qué hacemos? Pues aquí cada uno innovó a su manera. La mayoría se decantó por las armas de filo, pero unos pocos siguieron usando puntas aplicadas a armas de peso (mazas) o a armas más ligeras (picos)

Pero resulta, que allá por la antigua china, un cabroncete inventó una de las armas definitivas. Tenía varias puntas, se podía transportar de forma disimulada y su diseño permitía atacar a las partes vitales del enemigo. Los chinos le dieron un nombre en su lengua, que no emplearé aquí, los españoles lo llamaron paraguas.

Quién tiene ahora las armas de destrucción masiva ¿eh?

Este arma ha alcanzado su máxima potencia destructiva en las manos de las marujas de nuestros días. Mujeres de menudo tamaño que esgrimen con maestría este letal dispositivo los días de lluvia. Aunque las más sanguinarias lo desenfundan rápidamente cuando el cielo está cubierto, sin esperar a que caiga una sola gota.
Su modo de empleo da escalofríos de lo simple que es, basta con que la maruja despliegue el artilugio delante de sí y camine. Normalmente las dimensiones del mecanismo hacen que su portadora pierda toda visibilidad, y esa, paradójicamente es la utilidad del paraguas. Mientras la pequeña maruja avanza a ciegas, los ojos de los civiles son que encuentra a su paso intentan ser vilmente ensartados por los picos que bajo la tela asoman.

Los días como hoy, el peligro se multiplica. La tela que oculta las varillas, mortales para los globos oculares, hace que el paraguas se mueva bruscamente con las ráfagas de viento, lanzando certeros puyazos a la linea de visión de los pobres inocentes que entre marujas se encuentran. Y eso si no se ve rodeado por un ataque en grupo. Quién no ha visto cómo cuando parece que dos de estas paladinas de la ceguera ajena ven a chocarse, una de ellas levanta su arma evitando la de la otra, pero lanzándola inexorable hasta tus ojos.
Esta mañana he conseguido evitar dos ataques, uno frontal y otro por el flanco derecho, pero no sé si a medida que la semana avance y empiece a estar menos despierto podré evitar nuevas ofensivas.
Un saludo desde el frente.

4 comentamientos:

Anónimo dijo...

Jsjsjsjs, la cosa es que tengo una amiga que siempre amenaza con lo mismo: ¿¿¡¡a qué le empalo con mi paraguas/sombrilla y luego lo abro dentro!!?? :D

sorrimus dijo...

jajaja,dios lo que me he podido reir con el post.que bueno!jajajaja.a mi lo que me jode es la gente que va debajo de las terrazas con el paraguas,y tu que no lo llevas te pones a andar por debajo pa no mojarte y encima como que se molestan cuando se tienen que apartar!
desgraciaos si no os vais a mojar...pero yo si!

Anónimo dijo...

diossss eso es lo peor!!! cuando vas caminando debajo de una terraza sin mojarte y viene de frente una maruja de esas con visibilidad reducida y encima te tienes que apartar tú para que no te salte un ojo.

Cualquier día hago una locura...

Anónimo dijo...

Pues aún hay un peor... Las marujas, al fin y al cabo, llevan paraguas que, una vez plegados, son pequeños, romos y caben en el bolso.. Pero ¿y los cabrones, hombres, de mediana edad, que una vez bajo tejado, optan por ponerse el paraguas debajo del brazo, con la punta hacia atrás y hacia arriba? Estos ya son víctimas de toda mi cólera, especialmente en metro o sitios poblados... En más de una ocasión he optado por dar golpes o toques al paraguas para que depongan su actitud... HIJOS DE PUTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA... Creo que se me acaba de acabar la mesura. A la mierdaaaaaaa!!!!!!!!!