¡Lisboa mola toa!

Como veis ya estoy aquí sano y salvo tras el periplo de tres días por la capital lusitana y sus alrededores. Ha sido, como acostumbran a ser estas vacaciones improvisadas, una sucesión de sorpresas agradables una tras otra. Un torrente de sonrisas y buen rollo que me ha limpiado de todos los malos rollos que pudieran haberse quedado pegados a mi del curro que he dejado atrás.

Así como resumen (aunque habrá al menos dos posts de fotos que lo dejarán todo más claro) el viernes tras un madrugón espectacular, estábamos a las nueve de la mañana en en centro de lisboa, mochila al hombro y mapa en mano. Una vueltecita por la avenida da Liberdade, las praças del Rossio, des Restauradores y da Figueira para acabar con una cervecita y unas cocretas de bacalhau. Después de esto y de comprobar que tengo pinta de porrero, ya que medio Portugal me ofreció costo por la calle (Hay más "chocolate" en la Rua Augusta que en una fábrica de Lindt) acabamos en el elevador de Santa Justa con otra cervecita y los tejados a nuestros pies. Sinceramente, era dificil sentirse más feliz que en ese momento. (y sin comprar el hachís, lo juro...)

Por la tarde visita a la catedral, comida en un restaurante familiar en el que nos trataron de maravilla y un maravilloso atardecer desde el Castelo de Sao Jorge.

Que perfil hercúleo, madre mía...

El Sábado visita a Sintra... indescriptible. Un pueblecito con toda la luz de la costa, el encanto de la montaña y su verdor, y lo reitero de nuevo, lo encantador de sus gentes. Y en lo alto de la montaña aledaña al pueblo, un castillo medieval con sus rocas y su muralla, y uno más moderno y delirante como de cuento de hadas, en el que cada rincón te pide a voces una foto. ¡A ver cuando las publico!

Para el domingo, además de la tristeza propia de el retorno al hogar que nos aguardaba por la tarde, quedaban las compras de Souvenirs y trastos inaportantes en general. Pero claro, todo eso después de comer, antes de eso había que trasladarse hasta el barrio de Belém, en el que está el sobrecogedor Mosteiro dos Jerónimos, con su claustro plagado de decoraciones y en el que -por esos azares que nunca encuentras cuando los buscas- asistimos a un concierto de un coro que en un lugar con esa acústica pone aún más los pelos de punta.
De ahí a la torre de Belém y sus espectaculares vistas al Tejo (el río, no el que lanza rayos...), el Padrão dos Descubrimentos y como conclusión una Feijoada com chocos y un viaje en tranvía. (Aviso: cuidado con los carteristas, que si no me ando listo me la lían...)

Conclusión, que seguro que si lo hubiera planeado más, ni hubiera hecho el pedazo de tiempo que ha hecho, ni lo hubiera pasado tan bién.
Espero no haber resultado demasiado repelente... Si es así lo siento. Mi intención era despertar vuestro lado envidioso/viajero para que quisierais ir y llevarme de guía. ¡yo me dejo llevar!

2 comentamientos:

Anónimo dijo...

Vale, me lo apunto como lugar al que ir... :P

Aunque eso sí, quiero foto de como te estaban ofreciendo todo por esas pintas de porrero XDDDD

Mangamoncio dijo...

Si la envidia fuese veneno, ahora mismo estaría tirado en el suelo, retorciéndome entre espumarajos...