Marzo ventoso...

...y abril lluvioso, te dejan el pelo enredao y asqueroso.

Esta versión del refrán no la conocíais ¿verdad? Normal, la mayoría de vosotros no padece lo que es tener el pelo igual de largo que el antebrazo. Pues en días como estos que estamos pasando con los temporales de viento ártico no sabeis lo que os envidio.
En cierto modo he de agradecer el cambio de curro, ya que como he de ir disfrazado de persona seria (de momento creo que ha colado), pues llevo las lanas atadas en una coleta. Este hecho aparte de resultar incómodo y de desconcertarme cada vez que me veo en un espejo, tiene como ventaja que limita mi -digamos- movilidad capilar, a la parte que va de la goma hasta las puntas.

No puedo (o no quiero) imaginarme a este tipo cepillándose el pelo un día de vendaval.

Eso no soluciona que cada vez que salga a una de las terrazas del edificio de la oficina, o cuando salgo definitivamente por la tarde que me suelto el pelo, las ráfagas de viento no tomen en sus traviesos dedos cada uno de los cabellos y jugueteen con ellos haciendo encaje de bolillos o simple y llanamente enredos. La diferencia de ir con coleta o sin ella es que la parte que luego te duele en casa cuando te cepillas el pelo es más grande o menos.
Y encima, viendo como gente de mi edad está empezando a cartonizarse (i.e. que se les ve el cartón por la coronilla) pues estoy más sensible cuando tras cada sesión de cepillado, miro el cepillo y parece que hay un gato acostado encima.

Todo esto se ve magnificado en cuanto caen cuatro gotas, que conceden a cada pelo una curva característica que facilita su interacción con los pelos vecinos. Así que habrá que echarse a temblar ahora que viene la primavera y sus chaparrones.

Ahora entiendo por qué el viento se mide en nudos.

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