Una mirada a la mirada

Afortunadamente, no soy persona de ponerse mala a menudo. Tuve mi mala racha en la época universitaria, pero parece que salvo muy ocasionalmente ya forma parte del pasado. Por eso, cuando me toca visitar al médico voy de mala gana y la inmensa mayoría de las veces confío en el reposo, la dieta blanda y la vitamina C para pasar el mal trago y vencer las bacterias malignas.

El problema es cuando la enfermedad va más allá de un resfriado o una gastroenteritis, ahí ya no queda más alternativa que recurrir a un especialista del gremio y cruzar los dedos. Hace unos días en una revisión de las rutinarias en el trabajo, un señor muy raro pero con título de oftalmólogo me dijo que mi presión intraocular era de 22 mmHg en un ojo y 21 en el otro. El siguiente paso era ir al oftalmólogo "oficial"


El viernes bien prontito estaba en el hospital para recibir un diagnóstico más completo al respecto. Por qué no decirlo: Estaba inquieto. había pasado de no haber oido hablar de la presión intraocular en la vida a recibir consejos y advertencias de todos los lugares. Pues tras una hora larga de espera en una masificada sala de espera, y tras ver cómo los resultados de las pruebas eran anotados en trozos de papel reciclado que se iban dejando encima de las mesas, me llamaron para la prueba definitiva.

Nada más verme y escuchar las razones que me llevaban ante ella, la doctora descartó que me pasara nada. Despreció todas las experiencias que los que habían pasado por esto me habían contado y se dispuso a hacerme las pruebas "para que viera cómo no tenía nada"
16 mmHg en un ojo y 15 en el otro, dieron la razón a la doctora. Pero las formas me hacen dudar razonáblemente (o al menos así me lo parece) del diagnóstico recibido. Ojalá tenga razón y fuera un error en la medición original, pero me echaré un ojo al idem, por si acaso.