Benditos Bastardos

Dicen del cine español que solo sabe hacer películas de maricas y de la guerra civil, y que por supuesto resultan todas iguales. Casi lo mismo se puede aplicar al cine estadounidense, cambiando "maricas" por "Meg Ryan o sucesoras" y "civil" por "mundial". Todos los años hay al menos una peli en cartel en la que el glorioso ejército americano patea el culo a los sucios nazis. Y son todas iguales porque ya está todo inventado.

Mentira

Tarantino ha cogido la segunda guerra mundial y la ha mirado a través de esos ojos que todavía ven Westerns allá donde se dirigen. Y en esta época de los efectos especiales mayúsculos, ha dibujado una historia durísima de guerra, pero con diálogos en un 90% del metraje. Y con unos efectos especiales que habiendo costado una quincuagésima parte que los de Transformers, son mucho más efectivos.
En definitiva, lo ha vuelto a petar.


Malditos Bastardos transcurre en la Francia ocupada por los nazis, en un París en el que Göbbels, pretende estrenar uno de los mayores filmes de propaganda de la historia del Reich. En esa misma Francia, un comando de "élite" de judíos chalaos y sin escrúpulos, están aterrorizando a las tropas alemanas simplemente con cuchillos y un bate de béisbol. Y no cuento más...

Dos horas y media de cine que pasan en un santiamén. Mandíbulas hasta el suelo ante la, digamos, elocuencia sencilla de casi todas las escenas. Crudeza al más puro Tarantino Style. Profundidad en unos diálogos a la altura de los de Vincent Vega y el Señor Lobo. Unas actuaciones meritorias, salvo la de Christoph Waltz que es para darle un Oscar rebozado en diamantes. Un guión original y sorprendente...

En fin, que hay pocas ocasiones de ver tan buen cine como el que nos ha vuelto a regalar este Maldito Bastardo que es Quentin Tarantino

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