Días de nada

Lunes. El despertador suena como hacía hasta hace tres días ¿qué es lo que había que hacer en estos casos? Ah, sí... darse la vuelta, esperar a que vuelva a sonar y levantarse. Peinarse y lavarse los dientes sin abrir los ojos, coger una camisa del lado izquierdo que es donde están las planchadas, coger los trastos y ponerse en camino al tren.

El tren va extráñamente vacío, así que puedo hasta coger sitio para ir sentado. A mi alrededor, la gente va con los ojos caidos sobre sus libros, sus consolas portátiles o dentro de los párpados. Pocas conversaciones para lo que viene siendo habitual. Todo está muy raro esta mañana.


Llegada al trabajo. Sólo la moqueta evita que mis pasos resuenen en el silencio que tiene a la oficina como rehen. ¿No hay nadie? Ah, sí, hay dos o tres ordenadores encendidos y en los que se ve a Nadal mordiendo su medalla de oro (¡Qué grande es este chaval!). Una vez en mi mesa enciendo el PC, abro el correo y me preparo para la avalancha de mails que suelen acompañar un puente de tres días. Bandeja de entrada actualizada: 9 correos sin leer.

A la hora de la comida, se capta el mismo run-run que a la hora del desayuno "Qué poquitas ganas hoy ¿verdad?", "Hoy levantarme ha sido horrible". Vaya, parece que no he sido yo solo el que se ha pasado el fin de semana sin hacer nada. Preso de una apatía multiplicada por los JJ.OO. en la tele.
Madrid deja pasar los días de Agosto como si no importasen, como si fueran días demasiado vacíos para disfrutarlos porque no están llenos. Dentro de dos lunes será 1 de septiembre y el comentario será: "Agosto se ha pasado volando", a ver si mañana consigo cerrar las manos y no dejar escapar ni un día más.