Sheváme a cassa

Ayer estuve negociando con mi madre el menú navideño para la comida del lunes y llegamos a la conclusión habitual. Va a hacer el plato que le salga de las narices, acompañado por todos los entrantes del mundo. Así, llenos del picoteo y de la copiosa cena de nochebuena, no va a haber quien de cuenta del plato principal.

A lo que voy es que me dijo que compraría "bichos" porque era época de comer bichos. En la familia entendemos por bichos a los animales marinos con exoesqueleto habituales de la navidad. Moluscos y crustaceos varios. Gambas, Langostinos, Cigalas, Carabineros, Bígaros, Centollos, Navajas, Percebes...
¿No os habeis planteado nunca el hambre que tuvo que tener el primer tío que se comió un percebe? Un bicho tan dificil de distinguir de una piedra, sucio y apestando a mar... El del centollo lo tuvo chungo, pero al menos el bicho se movía y podía imaginar que habría chicha debajo de los pinchos.

El original de la foto aquí

La cosa es que yo le he dicho a mi madre que de hecho es la peor época para comer bichos (si es que hay una buena), porque ahora todo ese tipo de delicatessens suben desorbitádamente de precio. Y seguramente este año con las mil calamidades de la costa gallega el precio toque techos.
Mi madre lo ha pensado un momento y me ha mirado de manera elocuente como diciendo "no cuela".
Y es que todo viene por Rodolfo langostino. ¡Cómo sabían los publicistas de la época que los argentinos tienen fama de embaucadores! Ese rosado crustáceo de elegante bufanda, recortado mostacho de tanguero porteño (no como los langostinos que comemos en casa que parece que no han tenido una gillette en su vida), y nombre de enamorador de féminas dejó cautivadas inconscientemente a cientos de amas de casa de hoy en día. Las pobres en estas fechas se ven impulsadas a shevárle a cassa y no saben ni por qué.