La sierra

Qué bonito es eso de levantar la vista más allá de Madrid y poder ver picos de 2000 metros de altura. Para gente de algunas comunidades costeras que vienen a la capital es un espectáculo ver montañas tan altas y tan a mano. Y ahora cuando viene el invierno, las cumbres nevadas dan el toque bucólico que faltaba a la postal, haciendo que las vistas a la sierra sean una pasada. Y, por qué no decirlo, garantizando el suministro de agua, que no es baladí.

Ahora bien, en días como el de hoy en los que el viento cruza la meseta de norte a sur, las ráfagas llegan a la ciudad tras cruzar los picos nevados, trayendo un frío que corta la piel. El viento es lo único que cruza, porque normalmente las montañas actúan como una presa de roca que contiene las nubes en el lado abulense y segoviano.
Esto hace que el clima en Madrid sea por lo general bastante benigno, hasta que deja de serlo...

Porque cuando son muchas las nubes que se acumulan, alguna acaba cruzando, y cruzan con muy mala leche. Una vez superada esta barrera, al sobrevolar la contaminada y caliente ciudad llegan las supertrombas de agua, que solo hacen daño al tráfico y a las infraestructuras. Y todo porque la sierra nos tiene mal acostumbrados.

Hoy media España se ha levantado blanca (y no precisamente por el Madrid, que va sexto) sino por un temporal de nieve que ha rodeado a un montón de gente de unas estampas invernales de ensueño. Ha impedido que gente acudiera a trabajar. Los niños disfrutaban haciendo muñecos de nieve lejos del colegio... Y en Madrid, amparados por la sierra, simplemente hacía frío, había placas de hielo de la lluvia que se heló durante la noche, y teníamos vistas bonitas.
¡Yo quiero que nieve aquí! ¡Jo!