El libro evidentemente se desarrolla en la capital de España, pero de la España Nacional que Franco estaba construyendo en el invierno de 1940. En ese Madrid de huerfanos, racionamiento y camisas azules: Harry Brett, traductor al servicio de la embajada británica, coincide con Sandy Forsyth, un viejo compañero de colegio. Este encuentro no es casual, sino una maniobra del servicio secreto de su majestad, ya que de Sandy puede depender que España apoye o no a Alemania en la Segunda Guerra Mundial.
El libro tiene un ritmo inusual, no trata de engancharte desde las primeras paginas como viene siendo habitual. C. J. Samson se toma todo el tiempo del mundo para desplegar a sus personajes, describiendo poco a poco sus motivaciones, inquietudes e interrelaciones previas. 400 páginas más tarde, después de muchos sucesos detallados e interesantes, es cuando la historia empieza a tomar velocidad y a convertir un libro narrativamente correcto, en una novela intrigante y que motiva a seguir leyendo.
Lo mejor, la imagen cuasi-imparcial que dá de la posguerra Española. El protagonista hace lo posible por ver, oir y callar, y en ese trámite nos radiografía las intrigas políticas del gobierno de Franco. Para con el exterior y también en su interior.
También cabe destacar lo completo de los personajes y el nivel de detalle que con ellos se alcanza.
Lo peor, que más de la mitad del libro es una lista de historias que transcurren en paralelo y linealmente. Si sirve el símil, es como si en una partida de ajedrez sólo se movieran peones durante 30 jugadas, y luego se llegase al Jaque Mate con apenas 5 movimientos. Eso sí, todas las jugadas son de un ajedrez muy fino. Muy británico.
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